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domingo, 22 de junio de 2014

Emociones, nuestro mejor recurso para manejar la diversidad y la empatia... Parte 1

Las palabras nacen en la corteza cerebral ( una parte muy desarrollada en nuestra especie ), tanto que durante siglos olvidamos que nuestro cerebro es, sobre todo, emocional. Las palabras que nacen en la mente racional, son una herramienta cargada de intencionalidad, diseñada para lograr acuerdos de colaboración con nuestros congéneres aunque para ello hace falta engañar y manipular. Lo hacemos muy a diario. Quién dice realmente lo que en realidad piensa ?. Para sobrevivir y sacarle partido a la vida en sociedad, modulamos automáticamente la mayor parte de nuestros pensamientos porque no nos conviene hablar con transparencia.
Estamos programados para poder comunicarnos y comprendernos sin palabras, a través de las emociones, que conforman un idioma universal innato. Estamos dotados para este idioma a menos que seamos psicópatas ( personas incapaces de sentir por los demás, que representan un porcentaje muy pequeño de la sociedad ).
Para casi todos nosotros las emociones que nos habitan son desconocidas. Durante siglos dedicamos nuestros esfuerzos a sobrevivir físicamente y dicha tarea nos ha ocupado casi por entero, pero superada esa fase de supervivencia, en el mundo actual, donde priman la autonomía personal y los cambios permanentes, requerimos una alfabetización emocional de la que carecemos. Si aprendemos a ser dueños y no esclavos, de nuestras emociones, podremos compartir, convivir y colaborar en paz.
No es sólo el desconocimiento del mundo emocional el que nos impide acercarnos a los demás. La indiferencia también ha de ser un elemento que frena nuestra capacidad de empatia. Dicha indiferencia se ampara en las prisas, la ignorancia o simplemente el desinterés. Para evitar esto debemos dedicar parte de nuestro tiempo al presente, mirar, tocar y escuchar para conectar con las emociones de los demás.
  QUE PODEMOS HACER PARA POTENCIAR EL LENGUAJE DE LAS EMOCIONES ????
Basta con ayudar a las personas, a poner un nombre a cada emoción, a reconocer su grado y su impacto.
Saber como gestionarlas para desactivar sus efectos cuando estos sean nocivos y exagerados.
FUENTE : Elsa Punset ( Licenciada en filosofía y escritora )

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